viernes, 4 de noviembre de 2016

[OPINIÓN] Manga: Hijo de su Tiempo



¡Un saludo y bienvenidos a La Bandera de la Libertad!

Bueno, bueno, bueno... Aquí estamos otra vez, pero en este caso no es para traeros una reseña, ni unas primeras impresiones, ni nada similar que hayamos hecho en más de un año de blog, no. En el día de hoy hemos decidido publicar un artículo de opinión que llevamos varias semanas madurando sobre un tema que consideramos muy jugoso y del que creemos que hay que hablar largo y tendido. Manga: Hijo de su Tiempo.

Como quizá habréis podido empezar a deducir por el título que le hemos dado y por la imagen que encabeza el artículo, en este post queremos poner las cartas sobre la mesa y hablar claramente sobre el problema de la historicidad de las obras, un asunto que toca muy de cerca a los grandes clásicos constituyentes de la industria del manganime tal y como la conocemos hoy en día, ya que son muy frecuentemente menospreciados por el gran público (especialmente por aquellos aficionados recientes o más superficiales que no superan la barrera de las producciones más populares de los últimos años), que aduce diversas falacias construidas fundamentalmente sobre la equivocada e inestable base de la ignorancia.

A continuación expondremos en diversas secciones los motivos que nos han llevado a escribir este artículo de opinión, el tema de la historicidad y la importancia de tenerlo en cuenta y una serie de ejemplos concretos clave para entender todo lo que comentaremos, en los que buscamos repasar el contexto histórico en que fueron creadas ciertas obras fundamentales de la historia del manga y su importancia e influencia posteriores

¿Por qué este artículo?

Bien, pues comencemos explicando qué nos lleva a escribir esta opinión. Pues sencillamente porque estamos cansados de ver constantemente cómo decenas y decenas de aficionados al mundillo del manganime, y nos referimos fundamentalmente a los aficionados más superficiales que nunca han pasado de las series más comerciales y populares de la actualidad, se aprovechan de esa mal entendida "libertad de opinión" que proporciona el cómodo anonimato de Internet y las redes sociales para ir soltando perlas respecto a grandes obras de la historia del manga, muchas de ellas absolutamente fundamentales e imprescindibles para comprender el estado actual de la industria. Perlas tales como "es muy viejo, no me gusta", "el dibujo es feo", "está anticuado", "hay mangas actuales con mejor argumento", o simplemente "es malo". 

Estamos convencidos de que no somos los únicos que nos cansamos de leer esas y similares lindezas una y otra vez, escudadas siempre bajo la aparentemente inapelable falacia de "es mi opinión, respétala". Y no, no todo se puede proteger bajo ese principio. Es por eso que en este artículo vamos a hablar de la importancia de tener muy presente la historicidad de una obra antes de lanzarse valientemente a criticarla, especialmente cuando se trata de una obra con ya varias décadas a sus espaldas.

¿Qué entendemos por "historicidad"? ¿Y por qué es tan importante?

Antes de meternos de lleno en meollo de la cuestión, será adecuado aclarar un poco de lo que estamos hablando. Cuando hablamos de que toda forma de expresión artística humana, y por tanto también todo manga, tiene una historicidad nos referimos a que es producto de su tiempo, es decir, es una obra creada por una o varias personas en un momento histórico determinado, y por tanto, con unas influencias e inquietudes intelectuales y artísticas determinadas, condicionadas en gran medida por el contexto socioeconómico en el que al autor le ha tocado vivir.

Así, no podemos achacarle a una obra nacida a mediados del siglo XX, por ejemplo, la carencia de unos elementos que no aparecieran en el medio hasta finales de siglo. Desde luego, es un aspecto que podemos mencionar a la hora de caracterizar mejor la obra de la que estamos hablando, pero de ningún modo se puede esgrimir esa ausencia para invalidar la calidad y/o importancia de la misma, pues fue creada en un contexto histórico en el que no se había introducido todavía esa variable. Si alguien no termina de entender nuestro punto de vista en este sentido, que no se preocupe: se comprenderá perfectamente más adelante con los ejemplos concretos.

Y este es un problema muy extendido a día de hoy (y no solo en el ámbito del manganime, que es el que nos ocupa principalmente en este blog y por tanto el que tratamos, sino también en la literatura o en el cine): el presentismo. El presentismo en Historia es el error de considerar todos los elementos y acontecimientos históricos desde una visión ideológica exclusivamente actual, manteniendo en mente tan solo la forma de entender el mundo de nuestros días, en lugar de tratar de ponerse en el lugar de los protagonistas históricos de aquello que se trata de estudiar. En este caso, por tanto, nos referimos al problema de abordar la valoración crítica de todo tipo de manga, clásicos incluidos, a partir de los estándares de la actualidad, precisamente sin tener en cuenta su historicidad. Y ese es un error que lleva a abundantes errores de interpretación. 

Manga: Hijo de su Tiempo

Y bien, ahora sí, aclarados los primeros puntos, pasemos más plenamente a la opinión que queremos defender, cosa que haremos fundamentalmente a través de ejemplos concretos, pues creemos firmemente que así será todo mucho más fácil y claro, tanto para nosotros al escribirlo como para vosotros al leerlo. 

En este caso pondremos subapartados según la obra, autor o tema que vayamos a tocar cada vez. Recomendamos la lectura del artículo íntegro, pero de este modo podréis ir saltando a los puntos que más os interesen si lo preferís.


La Nueva Isla del Tesoro (Shin Takarajima) [1947]


El manga tal y como lo conocemos hoy en día nace en 1947 de la mano del no por nada llamado Dios del Manga, Osamu Tezuka, con su obra La Nueva Isla del Tesoro (Shin Takarajima). Sin duda, nos encontramos ante la obra capital de la historia del cómic japonés: la más importante y la más influyente, quizá no en términos de cifras absolutas, pero sí en significación. 

Cubierta de la edición facsímil de La Nueva Isla del Tesoro (Shintakarajima)
que reproduce la edición original de 1947

La publicación de esta breve obra supuso un antes y un después definitivo: se trataba del primer "story manga", es decir, el primer manga con un argumento claramente estructurado en planteamiento, nudo y desenlace, pues antes de él, en el cómic nipón tan solo encontrábamos las tiras cómicas de cuatro viñetas, los llamados "4-koma manga" (que siguen existiendo a día de hoy).

En esta obra (cuya versión más conocida y publicada en diversos países es el remake realizado por el propio Tezuka en los años 80 para la edición de sus Obras Completas, pues los originales de la edición del 47 se habían perdido y las técnicas de reproducción de la época no eran tan buenas como las actuales) encontramos una estructura de página aún primitiva, que bebe del 4-koma, pero no así el interior de las viñetas, en el que ya se empiezan a aplicar con mucha fuerza e intensidad las técnicas cinematográficas y de dinamismo visual que harían tan famoso al cómic japonés. El dibujo, por supuesto, es aún poco pulido, pues es producto de un jovencísimo Tezuka de 18-19 años de edad, y muestra de forma más evidente que décadas después la fuerte influencia de Disney en general y de Carl Barks en particular en su arte. Argumentalmente nos presenta una historia muy básica, sin ninguna complicación, un simple cuento de aventuras de carácter muy marcadamente infantil. 

Las dos primeras páginas de La Nueva Isla del Tesoro (1947), por Osamu Tezuka,
en las que ya se puede apreciar la utilización de las secuencias cinematográficas.

Por supuesto, una obra de estas características tan primitivas no sería "admisible" a fecha de 2016. ¿Pero y hace 70 años? Es una simple historia de menos de 200 páginas para niños pequeños, sí... Pero para niños pequeños que, en 1947, sufrían las duras condiciones de una posguerra en un país derrotado. Tan solo dos años antes acababa la Guerra del Pacífico con los terribles bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y aparecía en ese momento una vía de escape, un sencillo libro de cómic firmado por un todavía desconocido autor que se convirtió inmediatamente en un best-seller... Y pocos años después, decenas de jóvenes dibujantes se encaminaban hacia Tokio decididos a seguir los pasos de Osamu Tezuka

Ese sencillo manga que era La Nueva Isla del Tesoro les cambió la vida a esos niños, y esos niños, ya no tan niños, cambiaron para siempre el panorama del cómic de su país. Y es que conservamos declaraciones, orales y escritas, de decenas de míticos padres fundadores del manga que citan como primera y decisiva influencia para convertirse en mangakas esta obra en concreto de Osamu Tezuka.

¿No merece, por tanto, una obra como esta, piedra angular de la industria del manganime tal y como es a día de hoy, una consideración especial?


Pioneros del manga: décadas de los 50 y 60


Continuando con un rápido y básico repaso a la historia del manga, necesario para poder estructurar adecuadamente nuestro artículo, no queremos dejar de mencionar estos primeros años de manga, en la década de los 50, cuando Tezuka y toda una serie de jóvenes autores impulsados a seguir la estela del maestro (muchos de los cuales acabarían confluyendo en un momento u otro de sus primeros años de carrera en los apartamentos de alquiler Tokiwa-so), como Shotaro Ishinomori, Fujio Akatsuka o los Fujiko Fujio, comenzaban a construir las bases del manga, no solo como arte, sino también como industria.

Astro Boy, de Osamu Tezuka, la obra más icónica del autor

En estos años nos encontramos con obras de características muy similares a las ya comentadas con La Nueva Isla del Tesoro, aunque progresivamente más pulidas y perfeccionadas. Tezuka, y por su influencia la práctica totalidad de sus "discípulos", continuaban haciendo gala de un arte marcadamente disneyniano para ilustrar historias que, si bien cada vez abordaban más géneros y temas, se enfocaban claramente a un público infantil, esencialmente masculino (aunque también empezarían a proliferar los primeros shojo, pero abordaremos esta demografía más adelante).

Osomatsu-kun, de Fujio Akatsuka,
considerado el padre del manga de humor absurdo

Es por estos motivos por los que suele discriminarse las obras de este periodo desde el presentismo, pero también precisamente por esos mismos motivos vamos a justificar el porqué no tiene sentido esa actitud de rechazo. Y es que estamos hablando de historias creadas para los más pequeños, para niños que, como ya hemos comentado más arriba, están creciendo en una sociedad en plena depresión de posguerra que, además, cuenta con unos valores muy diferentes a los que tenemos ahora, más de medio siglo después. Esto únicamente implica que, por supuesto, no somos el público más idóneo para leer obras como Astro Boy (Tetsuwan Atom, Osamu Tezuka, 1952-68), Cyborg 009 (Shotaro Ishinomori, 1964-81) u Osomatsu-kun (Fujio Akatsuka, 1962-88), pero si somos capaces de dejar momentáneamente de lado ese problemático presentismo que tanto nos impulsa a compararlo todo de maneras quizá inadecuadas y apreciamos las obras en su contexto, descubriremos que realmente no han envejecido tan mal y siguen siendo totalmente disfrutables a día de hoy, o, como mínimo, podremos comprender y reconocer su importancia como obras pioneras sin las que no tendríamos muchas de las grandes obras posteriores.

Pasemos ahora a ver ejemplos concretos de esos pioneros usualmente olvidados o incluso duramente criticados por una amplia parte del público medio actual.


Kamen Rider: revolución de la cultura pop


Entre los ejemplos que queremos mencionar, vamos a comenzar con un importantísimo aporte de Shotaro Ishinomori a la cultura popular, y no solo en Japón, pues se extendería a todo el mundo. Sí, sus aportes al tokusatsu televisivo, es decir, a las series de acción y efectos especiales.

Kamen Rider, mítica creación de Shotaro Ishinomori.
Ilustración del manga original e imagen de la primera versión televisiva, 1971

En 1971, el Rey del Manga crearía a su Kamen Rider, seguramente el más icónico de todos los personajes de tokusatsu habidos y por haber. Ese mismo no solo se publicaría el manga, dibujado y guionizado por el maestro, sino que también se estrenaría la primera temporada de la serie, de la que se han seguido produciendo nuevas temporadas y sagas de forma constante hasta la actualidad. Pero Ishinomori no solo crearía este, sino otros muchos más importantes personajes de tokusatsu, como Inazuman o Kikaider, e incluso la famosa serie Super Sentai, cuya versión occidental serían los archiconocidos Power Rangers.

Dicho esto, lanzamos de nuevo la pregunta: ¿es justo achacarle carencias basadas en las obras contemporáneas a obras fundacionales de todo un género como estas?


El resurgimiento de la tradición: GeGeGe no Kitaro


Otro importante aporte a la cultura popular japonesa a partir del manga clásico es la que hizo el gran maestro Shigeru Mizuki (NonNonBa, Hitler: La Novela Gráfica), tristemente fallecido hace poco menos de un año. A pesar de haber comenzado su carrera profesional a una edad más avanzada que sus compañeros de la época, no sería menos importante su colaboración al desarrollo del medio, pues Mizuki fue el principal artífice del "revival" que experimentaron las creencias tradicionales niponas en la sociedad contemporánea y que ha persistido hasta la actualidad. Hablamos, por supuesto, de los yokais,

Además de cultivar el género bélico (de tipo antibelicista) y (auto)biográfico, Shigeru Mizuki rescató del semi-olvido las criaturas del imaginario japonés: fantasmas, seres sobrenaturales, monstruos, animales mitológicos... En definitiva, los yokais, a los que dio impulso a través de múltiples obras, entre las que destaca su archiconocida serie GeGeGe no Kitaro (1965-86).

GeGeGe no Kitaro, de Shigeru Mizuki,
es uno de los más importantes iconos de la cultura popular en Japón.

Una vez más, encontramos en el gran público un rechazo generalizado, e incluso total desconocimiento, de estas obras. Un rechazo fundamentado, como en la mayoría de los casos que comentamos, en la habitual negación a aceptar estilos de dibujo que se alejen de los cánones comerciales actuales del malentendido "estilo manga", y es que Mizuki tenía un arte muy particular que no suele ser apreciado por los lectores más casuales. Ellos se lo pierden, pero desde aquí solo reclamos, al menos, el reconocimiento de su calidad y valor más allá del gusto personal.

Pensad que, de no haber sido por la obra de Shigeru Mizuki, hoy no existirían franquicias tan populares y exitosas como Yo-kai Watch.


Tetsujin 28-Go y Mazinger Z: despega el mecha


Seguramente el género más conocido a nivel internacional del cómic y animación japoneses sea el mecha, es decir, los robots gigantes generalmente controlados por niños o adolescentes, que se valen de ellos para proteger al mundo de una peligrosa amenaza. Y este género, como todos, tiene sus orígenes, que además podemos situar de forma muy específica en dos obras fundamentales que lo constituyeron:

En 1956, Mitsuteru Yokoyama, uno de los autores más importantes de las primeras décadas de la historia del manga, comenzaba la publicación de su obra Tetsujin 28-Go, en la que se presentaba por primera vez un claro precursor del género hoy conocido como mecha. El joven Shotaro Kaneda (cuyo nombre fue tomado por Katsuhiro Otomo para su obra Akira como homenaje) tendrá la responsabilidad de manejar el control remoto del súper robot Tetsujin 28 para frustrar los planes de la malvada organización que quiere provocar el caos y la guerra en el mundo.

La serie de Mitsuteru Yokoyama Tetsujin 28-Go (1956-1966)
es la precursora del género
mecha

Pero sería en 1972 cuando nacería, del lápiz de Go Nagai (otro importante autor sobre el que volveremos más adelante), Mazinger Z, la obra que estandarizaría el género de los robots gigantes de forma definitiva. La diferencia fundamental entre esta y la obra de Yokoyama es el medio de control de la máquina: Koji Kabuto debe pilotar al Mazinger desde su interior, casi convirtiéndose en uno con la máquina, en lugar de utilizar un mando a distancia. Esta será la característica que definiría en adelante al género, por lo que Mazinger Z se considera el primer mecha tal y como lo conocemos hoy en día.

Mazinger Z (1972-73), obra de Go Nagai,
es el primer
mecha como tal

El dibujo "infantilizado", de fuertes influencias tezukianas (más marcadas en Yokoyama que en Nagai), los diseños "anticuados" y "desfasados" de los robots y el argumento "simplón" son los principales argumentos que se esgrimen cuando se intenta descalificar estas obras. Como llevamos comentando todo el artículo, respecto al arte de corte clásico lo único que se puede hacer es abrir la mente y ser capaz de apreciar su calidad, en lugar de rechazarlo por no ser el estándar actual. Y en lo que respecta a lo argumental, creemos un auténtico despropósito exigirle a estas obras un entramado tan complejo como el de otros mechas posteriores como Gundam, Macross o incluso Evangelion (que, por otro lado, pertenecen al subgénero "real robot" (aunque Evangelion esté en un punto intermedio), nacido más tarde, y no al "super robot"), pues esos son ejemplos de obras que han podido darle una vuelta de tuerca a un género ya inventado, mientras que Tetsujin 28-Go y Mazinger Z tuvieron que crear el propio género de la nada.


Harenchi Gakuen y Devilman: el ecchi y el gore de Go Nagai


Como decíamos, hacemos otro pequeño inciso en el autor Go Nagai para comentar brevemente sus otras aportaciones al cómic japonés. Este controvertido mangaka no solo se caracteriza por los robots gigantes, sino también por su gusto por el desnudo femenino y por la sangre, elementos que muchas veces aparecen juntos en sus obras. Y a pesar de la reacción negativa de la gente ante su arte de estilo clásico (de nuevo volvemos sobre lo mismo), debemos reconocer que, en estos géneros, el manga no ha cambiado prácticamente nada en las últimas décadas, e incluso ha ido a peor para los que buscan obras más extremas.

Kekko Kamen, Harenchi Gakuen y Devilman, obras de Go Nagai

¿A tan antiguo se remontan los orígenes del actual género ecchi? Por mucho que sorprenda a algunos, sí: Harenchi Gakuen (Escuela Indecente) se publicaría entre 1969 y 1972, y su argumento y temática es evidente por su título, ¿verdad? Pero no es la única, pues podemos mencionar también otras obras como Cutie Honey (1973-74), que también es un precursor del género mahou shoujo (aunque enfocado a un público masculino), o Kekkou Kamen (1974-78). Por su parte, Nagai no tuvo bastante con romper con los tabúes sexuales, sino que también decidió desplegar su arte al horizonte más sangriento y bestial del gore con obras como su icónico Devilman (1972-73), Violence Jack (1973-90) o Maou Dante (1971).


Kazuo Umezu: el manga de terror antes de Junji Ito


Del gore pasamos al terror, y llegamos así a uno de los puntos más claros de lo que hemos estado comentando a lo largo de todo el artículo. El manga de terror tiene nombre propio desde hace décadas, y no es Junji Ito, como puede pensar la mayoría del gran público, sino Kazuo Umezu. Este extravagante y extrovertido mangaka grabó su nombre en piedra gracias principalmente a sus obras de terror, un género que ha quedado ineludiblemente asociado a su persona en la cultura popular japonesa.

Aula a la Deriva (Hyouruu Kyoushitsu) y Orochi,
dos de las grandes obras de Kazuo Umezu

Influencia directa y determinante para otros maestros contemporáneos como el citado Ito, Umezu es, sin embargo, injustamente infravalorado por el gran público occidental. Su arte tan clásico, quizá no tan pulido como el de sus autores coetáneos en lo que respecta al dibujo de las personas (aunque, por otra parte, cuenta con las mejores y más escalofriantes expresiones faciales de terror visceral jamás vistas en un cómic), provoca una inmediata repulsión en muchos lectores actuales. Y realmente no podemos encontrar otra justificación que esta para el rechazo, pues cualquiera que pruebe a leer sus obras, además de darse cuenta de que el arte es en realidad fantástico, se encontrará con geniales historias de terror psicológico.

Y como para muestra un botón... Tenemos la triste anécdota en el mercado español de cómo Aula a la Deriva, considerada su obra más icónica, pasó por ser un absoluto fracaso comercial cuando Ponent Mon la editó (heroicamente, por cierto, pues la acabaron aunque fuera imprimiendo tiradas muy limitadas de los últimos tomos). Desde aquí recomendamos muy encarecidamente la lectura de cualquier obra del maestro Umezu, como la mencionada Aula a la Deriva, Baptism, Orochi, Watashi wa Shingo, etc.


Hitos deportivos: Ikki Kajiwara y Tetsuya Chiba


En los últimos años especialmente, parece que el género deportivo, particularmente el spokon ("tenacidad deportiva"), ha experimentado una recuperación de su fuerza y popularidad, aproximándose mucho más en estos momentos a la gran salud de la gozaba  el género en las primeras décadas de la historia del manga, cuando, por supuesto, también nació.

El gran despegue del spokon en los años 60 tiene como protagonistas a dos autores: el guionista Ikki Kajiwara, creador de iconos como Kyojin no Hoshi (1966-71, con dibujo de Noboru Kawasaki) o Tiger Mask (1968-71, con Naoki Tsuji); y Tetsuya Chiba, polifacético y prolífico mangaka especialmente conocido por sus aportaciones al género deportivo como Notari Matsutaro (1973-99) u Ore wa Teppei (1973-80). Juntos crearían, además, el mayor hito de la historia del spokon y uno de los más imporantes del cómic japonés en general: Ashita no Joe (1968-73).

Kyojin no Hoshi y Ashita no Joe, dos de los iconos más importantes
de la historia del manga deportivo

Todo ello sin olvidar, por cierto, las aportaciones al shojo deportivo como Attack Nº1 (Chikako Urano, 1968-70) o Ace o Neae! (Sumika Yamamoto, 1973-80).

Pero, a pesar de todos estos hitos fundacionales del género... ¿qué es lo que nos encontramos hoy en día? Sí, el género goza de una salud considerable actualmente, como hemos comentado, pero hay un olvido prácticamente absoluto de toda obra que no sea de rabiosa actualidad. Kuroko no Basket, Haikyuu!!, Diamond no Ace... Los grandes títulos que suenan con intensidad comparten unas características básicas: son spokon completamente convencionales, que cumplen con todas y cada una de las características básicas del género, sin aportar ninguna novedad ni vuelta de tuerca. Todo ello aderezado con adaptaciones animadas de gran calidad técnica (la mayoría de ellas por el estudio Production I.G, por lo que entran muy bien por los ojos del espectador medio) y con unos personajes masculinos atractivos para el público femenino potencial.

Mientras tanto, aquí continuamos otros, esperando el día en que el mundo occidental se vuelva a abrir a leyendas como la de Joe Yabuki, ese manga "viejo y feo" que no interesa...


Manga para chicas: de La Princesa Caballero al Grupo del 24


Y una vez repasados los géneros principales, llega el turno de hacer hincapié en la demografía del shojo manga, el manga para chicas. De manera un poco más tardía que el manga para chicos, el shojo comenzó a desarrollarse a partir de 1953, con la publicación de la obra de Osamu Tezuka La Princesa Caballero (Ribbon no Kishi, 1953-56), cuya versión más conocida es el remake realizado por el propio autor entre 1962 y 1966. Esta obra sería determinante no solo para la proliferación del manga para un público joven femenino, sino también para las posteriores autoras (especialmente palpable en Riyoko Ikeda).

La Princesa Caballero, de Osamu Tezuka, se considera el primer shojo manga
y fue una influencia determinante, especialmente para Riyoko Ikeda en 
La Rosa de Versalles
y otras obras en las que jugó con la androginia y la necesidad de las heroínas de vivir como varones.

Si bien habían existido algunas mujeres dedicadas al manga en los años 50 y primeros 60, era una profesión ocupada mayormente por hombres, incluso en el ámbito del shojo. No obstante, esto cambiaría radicalmente a partir de finales de los 60 y sobre todo en los 70, cuando surgió toda una generación de mujeres mangakas, conocidas como Grupo del 24 (por haber nacido en o en torno al año 24 de la Era Showa, 1949), que revolucionarían temática y estilísticamente el shojo manga, movidas principalmente por la influencia del maestro Tezuka. Legendarias autoras como Moto Hagio (Thomas no Shinzo, Poe no Ichizoku, ¿Quién es el 11º Pasajero?), Keiko Takemiya (Kaze to Ki no Uta, Terra e..., Natsu e no Tobira), Riyoko Ikeda (La Rosa de Versalles, La Ventana de Orfeo, Onii-sama e...), Ryoko Yamagishi (Shiroi Heya no Futari, Hatshepsut), Yumiko Ooshima (Banana Bread no Pudding, Wata no Kuni Hoshi), entre otras, pues no existe una lista definida de miembros del Grupo, convertirían el shojo en una demografía tan importante como el shonen, aportando soberbias novedades artísticas (especialmente en la narrativa a través de la composición de página), una mayor variedad de temáticas y géneros, e incluso creando algunos nuevos, como el shonen-ai/yaoi y el shojo-ai/yuri.

De Moto Hagio, Thomas no Shinzo (El Corazón de Thomas), uno de los primeros shonen-ai;
¿Quién es el 11º Pasajero?, hasta ahora la única obra de la autora publicada en España

Sin embargo, a día de hoy lo más bonito que podemos oír entre el gran público de La Princesa Caballero será un "parece una película de princesas de Disney" (y sí, la influencia es clarísima y determinante, pero Tezuka siempre fue más allá que su idolatrado Disney en temáticas y argumentos), mientras que aquellos que conozcan a las autoras del Grupo del 24 apenas sí sabrán apreciar el enorme aporte artístico que supusieron. Con suerte, veremos comunidades de fujoshis (aficionadas al shonen-ai/yaoi) que llegan a leer esos orígenes de su amado género, pero sin detenerse a pensar la importancia histórica de lo que han leído, y frecuentemente rechazándolo por su aspecto visual "anticuado", que no les resulta tan excitante sexualmente como los estándares actuales.


Dragon Ball: el boom del manga en Occidente


Y para finalizar (esperamos que más de uno haya llegado hasta aquí a pesar de la extensión), no nos queremos despedir sin tratar uno de los puntos principales que motivaron este artículo: la muy extendida moda en los foros de criticar destructivamente Dragon Ball, tomando como base su falta de complejidad argumental y, cuidado con esto, su falta de originalidad en comparación con otros mangas de acción y aventura.

Lo primero que tenemos que tener muy presente y muy claro es que Dragon Ball no es "un" nekketsu, sino "el" nekketsu, en la medida en que fue el manga que sentó las bases del género tal y como lo conocemos. Es cierto que existieron otros shonen de acción coetáneos, tales como Hokuto no Ken o Saint Seiya, pero es un absurdo negar el hecho de que la vía que siguieron los mangas posteriores del género fue la marcada por Dragon Ball, además de que sus propios autores señalan la obra de Akira Toriyama como su principal influencia. Suena estúpido, pues, que haya tanta gente que busque desacreditar la calidad y validez de Dragon Ball argumentando que otras obras del mismo tipo son más elaboradas y originales, pues esas obras que citan son, precisamente, "hijos de Dragon Ball". Estamos ante la misma situación que se da al intentar invalidar Tetsujin 28-Go o Mazinger Z, como hemos comentado más arriba.

Dragon Ball es una de las obras más importantes de la historia del manga, pero también la más
injustamente criticada por el fenómeno "
hater" de Internet, seguramente debido a su gran popularidad

Y por otro lado, no podemos olvidar tampoco la enorme trascendencia histórica que tuvo esta obra en la expansión internacional del manga y del anime, pues fueron las aventuras de Goku y sus amigos las que abrieron las puertas del cómic y la animación japoneses al gran público occidental. Una vez más, sí, hubo otros artífices de esta expansión (fundamentalmente la película Akira y luego el manga, de Katsuhiro Otomo, que demostró que la animación también podía ser para adultos a un público reacio a creerlo), pero también una vez más, seamos realistas: el gran boom se produjo gracias a Dragon Ball. Y por increíble que parezca, también hay gente que quiere negarle esta importancia a la obra de Toriyama.

A modo de conclusión...

Bueno, después de tan extenso artículo, no queda mucho que concluir, pero quedaría muy abrupto finalizar sin unas palabras finales, ¿verdad?

Simplemente, como ya hemos ido diciendo a lo largo de todo el post, nuestra intención en este escrito es manifestar, por un lado, nuestra aversión hacia esas personas que no saben valorar las obras clásicas en su contexto y por ello las menosprecian injustamente, sin darles ni una sola oportunidad y perdiéndose así muchas de las mayores joyas del cómic japonés; y, por otro lado, hemos querido hacer un repaso somero a algunos de los más importantes hitos de la historia de la constitución del manga moderno (que no a todos, puesto que no era el objetivo principal), no solo para apoyar nuestros argumentos en defensa de los clásicos, sino también para ayudar a más gente a adquirir algunas nociones básicas al respecto.

En relación a esto último, aprovechamos para enlazar aquí una fantástica conferencia de Marc Bernabé, sobradamente conocido traductor de manga y experto en la materia, que ayuda mucho a estructurar mentalmente un recorrido de la historia y la evolución del manga desde sus orígenes hasta la actualidad a través de sus grandes autores.

Esperamos haber logrado lo que nos proponíamos, aunque sea en parte, y que este artículo tenga una buena acogida, pues hemos pasado varias semanas preparándolo cuidadosamente y con ilusión.





2 comentarios:

  1. Me hace gracia cuando critican el dibujo antiguo en el manga y el anime, cuando hay muchas obras ya con años que superan a las modernas.

    Hablando del anime, las mejores animaciones las tienen Akira y Ghost In The Shell con esa ridícula fluidez de movimiento dibujada fotograma a fotograma. Y si nos vamos a los últimos años, nada ha superado a RedLine y Kara no Kyoukai (películas ambas del 2007 si no me falla la memoria).

    En el manga... Directamente no han visto. El estilo antiguo se puede asimilar sin demasiados problemas y las historias pueden ser muy originales incluso para los estándares de la actualidad. Y que el dibujo sea anticuado/raro no le tiene por qué quitar expresividad: Not Simple (aunque esta sea más moderna, su estilo es bastante peculiar) es bastante más demoledor con sus viñetas en cuanto a expresividad que cualquier cosa que te lance la Jump hoy en día.

    Leer lo antiguo es abrir las puertas a un mundo diferente

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    1. Totalmente cierto, pero es una triste realidad que hay muchas personas que fundamentan toda su desacertada crítica hacia los clásicos con el manido "el dibujo es viejo/feo", y por eso insistimos bastante en ese punto en el artículo...

      Y bueno, respecto a estilos minimalistas o "poco comerciales" contemporáneos como el de Natsume Ono, o incluso el de Asumiko Nakamura, pues lo mismo, claro. Not Simple no lo hemos reseñado aún en el blog (aunque seguramente lo haremos), pero puedes ver que ya comentamos esas cosas en otras reseñas de la autora (Ristorante Paradiso y Nigeru Otoko), o en otros como Utsubora o Takemitsu Zamurái, por citar otros alternativos.

      ¡Gracias por leer y comentar!

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